viernes, 13 de junio de 2014

Cuento sobre el Moncayo

Parece mentira que esta placidez, belleza y hermosura se hayan conquistado mediante cruentas batallas y sangrientas luchas. Así son las cosas no obstante, en la mayoría de las ocasiones para vivir tranquilo y disfrutar de la calma y la paz has tenido que aplastar a tus enemigos y producir un baño de sangre con tus adversos sometidos. “Si quieres paz prepárate para la guerra” indicaba Sun Tzu. Raramente he leído palabras tan diestras.

 Cuento sobre el Reino del Moncayo
Cuento sobre el Moncayo

Todo ha sido diluido por el inconmensurable devenir pero no por ello es menos menester el recordarlo. Es más, preciso es dejar constancia de las afrentas y jactancias superadas con el objetivo de mostrarlas a las generaciones venideras valorando de este modo en su justa medida lo que se ha conquistado y de lo que se disfruta en la actualidad. 

Ahora mismo esas risas de jóvenes libres y despreocupados seguros de sí mismos, interminables fiestas veraniegas a la luz de la luna ciertamente nos deleitan, en cuanto a mi persona concierne, haber sido artífice de esta realidad me produce incluso un alborozo y regocijo mayor, y sé de primera mano por consiguiente lo que cuesta conseguir la aparente normalidad que supone que mis conciudadanos caminen erguidos, orgullosos, tranquilos y sobre todo libres por el Reino de Tarazona y el Moncayo y hagan los que les plazca sintiéndose seguros de que pueden escoger y son dueños de su destino.


Señor J. Álvarez con parálisis cerebral es la estrella que inspiró este cuento escrito como encargo

 “Para ser libres hay que ser esclavos de la ley” aseguraba Cicerón, cuando los usurpadores llegaron no es que fuéramos esclavos de la ley es que éramos meros peones explotados, humillados por capricho de unos pocos ególatras que pretendían convertirnos en serviles ignorantes sin derecho a nada pero obligados a vivir subyugados ansiando únicamente el perecer por obra y gracia de su naturaleza diabólica y para gusto de sus  oscuros intereses materiales. 

Por ello huelga destacar que me alegro incluso más el hecho de ver a mis conciudadanos vivir en libertad en la actualidad, me produce tal satisfacción que ni todo el oro del mundo me podría hacer más feliz. Mi figura brotó del norte, en Santiago de Compostela, mi madre procedía de Asturias y mi padre de Galicia, la naturaleza me despojó de una actividad física excepcional aunque me obsequió con cualidades mucho mayores pese a ser menos visibles empero como lo son la modestia, simpatía, inteligencia, generosidad, sentido de la justicia y buen humor del que intento hacer gala a menudo. 

No obstante, ya sabemos cómo es la sociedad y por ello no pensaron que sería capaz de tomar las riendas de mis designios. Para el ojo público mi atuendo y mi presencia no agradaban, resultaban insólitas por lo que tuve que permanecer en un colegio privado de Teruel para formarme o en otras palabras, no molestar ni incordiar a la sociedad de la que mi familia formaba parte. 

En el Reino de Tarazona y el Moncayo y los otros reinos de España había libertad pero aun así siempre hay que guardar las formas y contentar. 

Las costumbres y la tradición están ahí para siempre y nada ni nadie quiere ensombrecer y poner en apuros lo que se conoce. Las diferencias, lo nuevo, da miedo por mucho que uno se empeñe en demostrar que no tiene malas intenciones. Lo acepté de buena gana sin rencores de ninguna índole.

Tras terminar mis estudios  y formación en Teruel por fin alcancé la ansiada mayoría de edad y transité a Asturias tras acabar los estudios. No era un problema ya para los dirigentes, mi familia y el Reino de Tarazona y El Moncayo, estaba desapercibido y siendo honesto no me importaba, quería disfrutar de mi vida de forma autónoma y anónima sin formar parte de la vida pública. En Asturias pude madurar y descubrir por mí mismo el mundo, no tenía que contentar a nadie y era un ciudadano más. Nadie me conocía ni me obligaba a nada. 

 Tarazona
Tarazona

De todas formas, entendía a mi familia, la presión mediática es muy fuerte para ser ignorada, ni les culpaba ni les juzgaba, siempre he sido muy feliz y muy humilde, bastante hicieron con respetarme, mantenerme ampliamente y tratarme con cariño siendo que ocupaban el trono del Reino de Tarazona y el Moncayo y yo podía perjudicarles.

Poco duró la libertad y todo esto quedó en anécdota ya que enseguida empezó una guerra, una invasión dictatorial impulsada por malévolas fuerzas cuyo culto al odio y el bien material cegaban de tal manera que arrasaron por completo no sólo a mi familia y conciudadanos sino al Reino de Tarazona y el Moncayo y a todos los Reinos que formaban parte del Reino de España. 

Tuve que emigrar  porque corría peligro y era a pesar de todo heredero del trono del Reino de Tarazona y el Moncayo ya que toda mi familia había sido asesinada, por seguridad emigré en concordancia.

Los usurpadores instauraron una dictadura maléfica, degollaron a mujeres y niños y sometieron a todos los hombres a ser esclavos de sol a sol. Empezó una nueva dinastía, estas personas venían de tierras lejanas que nada tenían que ver con Tarazona, España o Europa. 

Estas fuerzas extranjeras que ni siquiera hablaban nuestro idioma se creían con derecho a tomarlas y matarnos, todo lo que representaba el Reino de Tarazona y el Moncayo fue aniquilado como resultado. No soportaban nada que no fuera de su agrado o conocimiento, no compartían nuestras tradiciones ni opiniones, estaban obsesionadas por crear un imperio global, un ente universal y único y no se iban a detener por nada del mundo porque disponían de mucho capital y querían todo el patrimonio disponible, detestaban el respeto a las singularidades, la historia o la cultura, los diferentes pueblos o continentes… pretendían únicamente entablar y eternizar una raza basada en la adoración a unas pocas personas que controlaban el capital privado.

Nuestro reino junto a los otros que formaban parte del Reino de España en la vieja Europa fueron arrasados y mi familia asesinada a sangre fría. Todas las libertades de la Vieja Europa estaban siendo arrasadas por obra y gracia de estas fuerzas maléficas de naturaleza perniciosa y dictatorial obsesionadas con la riqueza material. 

A pesar de los pesares era el heredero al trono, yo no había muerto con lo que en el futuro la justicia podría ser restablecida. Como era poco conocido debido a mi singularidad física y vivía de incógnito en el Reino Astur conseguí escapar por mar con ayuda de algunos amigos y parientes más lejanos. Había que planificar mi regreso y el restablecimiento de la justicia en el Reino de Tarazona y el Moncayo. Recorrimos distantes mundos para coger fuerzas, aprender y desarrollar una estrategia que salvara a la población. Visitamos diversos lugares como Cuba, Venezuela, República Dominicana, Mozambique o Méjico. 

Además, había estudiado brevemente en Bruselas, la capital del Imperio Europeo y esas enseñanzas y esa teoría adquirida me ayudaron de forma esencial. 

No se crean que todo fue un placer, Cuba sí, aprendimos mucho de su pueblo valeroso muy acostumbrado a la revolución. Trabajábamos mucho, todos los días de la semana y a todas horas pero si les soy sincero de lo que más me acuerdo es de sus típicas bebidas y magníficas playas de arena, los cubanos ponen los mejores cócteles que uno haya tomado jamás, por la noche, nos relajábamos bailando y tomando mojitos, fumando habanos imaginábamos cómo sería el futuro de nuestro Reino de Tarazona y el Moncayo. 

Parecía una utopía pero hoy ya no lo es.En México aprendimos también lo suyo, su milenaria civilización se había despojado de usurpadores de diversa índole y fue una bonita experiencia. Eran muy rudos  y una bebida como el Tequila te hace ver que ni de lejos eres tan duro como crees. Ahí desarrollamos la estrategia militar.

Como los entrenamientos y trabajos eran tan exigentes antes de proseguir nuestro camino sentimos la necesidad de tomarnos unas vacaciones ya que nos daba pena abandonar semejantes islas y permanecimos unas semanas en la República Dominicana donde ante mi sorpresa encandile a los habitantes de esa isla con mis experiencias como heredero del Reino de Tarazona y el Moncayo.
Partimos subsiguientemente hacia Venezuela pero no todo fue placentero como pensamos, a pesar de su fama  mundial y de nuestras expectativas no tuvimos una gran experiencia ya que hubo mucho caos y aunque de todo se aprende no copiamos todas sus ideas ni lo que vimos en Venezuela. 

Sin embargo, de lo que más me acuerdo y mejor resultó fue de un viaje naviero por las aguas salvajes de África, ya habíamos adquirido los conocimientos precisos, desarrollado nuestra estrategia y nos disponíamos a devolver la libertad a El Reino de Tarazona y el Moncayo. En la costa occidental de África por la que íbamos a llegar a España fue donde más feliz me sentí, teníamos todo preparado para nuestro regreso. 

No obstante, en África es donde pude comprobar lo que realmente vale la pena. Admiramos las salvajes tierras africanas con animales tan hermosos que son imposibles de describir. Admiraba esa naturaleza salvaje. Esa estampa de África sin explotar, de la costa de Mozambique es una imagen imborrable. Me inspiró y supe que la victoria sería nuestra.

Con los conocimientos adquiridos impulsamos una revolución que devolvió la singularidad a todos los pueblos de Europa y restableció la libertad y la singularidad única del reino de Tarazona y el Moncayo. A través de nuestras ideas hicimos ver a la gente que habían nacido libres y tenían una singularidad injustamente aplastada, se produjo una revolución y los usurpadores fueron aniquilados. 

Era el rey del Reino de Tarazona y el Moncayo pero devolví el poder al pueblo instaurando la democracia para que todos vivan tal y como se vive en la actualidad. Pese a que los usurpadores disponían de más dinero, mejores armas, olvidaron que la mayor fuerza reside en la unión y mediante las enseñanzas que pudimos dar a las personas subyugadas estalló una revolución en toda regla a lo largo y ancho de Europa que justamente comenzó gracias a mis enseñanzas en la República de Tarazona y el Moncayo.

                         Cuento sobre el Moncayo
Moncayo
La libertad se restableció, todas las singularidades de los pueblos y reinos fueron respetadas y se creó una unión basada en el conocimiento, la educación y la cultura.

Por mucho que me adoren y me encumbren y me llamen Rey y libertador, pese a los retratos y las estatuas que pueda haber en el Reino de Tarazona y el Moncayo siempre recordaré ese día en el que iba rumbo a Mozambique tras haber fumado habanos y bebido tequila. 

Es más, lo que más me enorgullece es pasar el tiempo con mis amigos en el bar, ser el presidente de mi Asociación y trabajar en la piscina ¿por qué trabajo en la piscina? Puede ser que de alguna manera necesite resucitar esa sensación de la brisa del mar.

A decir verdad, siempre que cierro los ojos me veo con un habano cubano, un tequila mejicano en medio del Atlántico navegando con el sol dándome en la cara y una única cosa en la cabeza devolver la libertad y restablecer la normalidad y la democracia en el Reino de Tarazona y el Moncayo.

2 comentarios:

  1. Este cuento está inspirado en una persona de carne y hueso

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  2. Gracias me ha gustado mucho, espero que sigas contando más. Zaragoza

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