Parece mentira que esta placidez, belleza y hermosura
se hayan conquistado mediante cruentas batallas y sangrientas luchas. Así son
las cosas no obstante, en la mayoría de las ocasiones para vivir tranquilo y
disfrutar de la calma y la paz has tenido que aplastar a tus enemigos y
producir un baño de sangre con tus adversos sometidos. “Si quieres paz
prepárate para la guerra” indicaba Sun Tzu. Raramente he leído palabras tan
diestras.
Cuento sobre el Moncayo
Todo ha sido diluido por
el inconmensurable devenir pero no por ello es menos menester el
recordarlo. Es más, preciso es dejar constancia de las afrentas y jactancias
superadas con el objetivo de mostrarlas a las generaciones venideras valorando
de este modo en su justa medida lo que se ha conquistado y de lo que se
disfruta en la actualidad.
Ahora mismo esas risas de jóvenes libres y
despreocupados seguros de sí mismos, interminables fiestas veraniegas a la luz de
la luna ciertamente nos deleitan, en cuanto a mi persona concierne, haber sido
artífice de esta realidad me produce incluso un alborozo y regocijo mayor, y sé
de primera mano por consiguiente lo que cuesta conseguir la aparente normalidad
que supone que mis conciudadanos caminen erguidos, orgullosos, tranquilos y
sobre todo libres por el Reino de Tarazona y el Moncayo y hagan los que les
plazca sintiéndose seguros de que pueden escoger y son dueños de su destino.
Señor J. Álvarez con parálisis cerebral es la estrella que inspiró este cuento escrito como encargo
“Para ser libres hay que ser esclavos de la
ley” aseguraba Cicerón, cuando los usurpadores llegaron no es que fuéramos esclavos
de la ley es que éramos meros peones explotados, humillados por capricho de
unos pocos ególatras que pretendían convertirnos en serviles ignorantes sin
derecho a nada pero obligados a vivir subyugados ansiando únicamente el perecer
por obra y gracia de su naturaleza diabólica y para gusto de sus oscuros intereses materiales.
Por ello huelga destacar
que me alegro incluso más el hecho de ver a mis conciudadanos vivir en libertad
en la actualidad, me produce tal satisfacción que ni todo el oro del mundo me
podría hacer más feliz. Mi figura brotó del norte,
en Santiago de Compostela, mi madre procedía de Asturias y mi padre de Galicia,
la naturaleza me despojó de una actividad física excepcional aunque me obsequió
con cualidades mucho mayores pese a ser menos visibles empero como lo son la
modestia, simpatía, inteligencia, generosidad, sentido de la justicia y buen
humor del que intento hacer gala a menudo.
No obstante, ya sabemos cómo es la
sociedad y por ello no pensaron que sería capaz de tomar las riendas de mis designios.
Para el ojo público mi atuendo y mi presencia no agradaban, resultaban
insólitas por lo que tuve que permanecer en un colegio privado de Teruel para
formarme o en otras palabras, no molestar ni incordiar a la sociedad de la que
mi familia formaba parte.
En el Reino de Tarazona y el Moncayo y los otros
reinos de España había libertad pero aun así siempre hay que guardar las formas
y contentar.
Las costumbres y la tradición están ahí para siempre y nada ni
nadie quiere ensombrecer y poner en apuros lo que se conoce. Las diferencias,
lo nuevo, da miedo por mucho que uno se empeñe en demostrar que no tiene malas
intenciones. Lo acepté de buena gana sin rencores de ninguna índole.
Tras terminar mis estudios
y formación en Teruel por fin alcancé la
ansiada mayoría de edad y transité a Asturias tras acabar los estudios. No era
un problema ya para los dirigentes, mi familia y el Reino de Tarazona y El
Moncayo, estaba desapercibido y siendo honesto no me importaba, quería
disfrutar de mi vida de forma autónoma y anónima sin formar parte de la vida
pública. En Asturias pude madurar y descubrir por mí mismo el mundo, no tenía
que contentar a nadie y era un ciudadano más. Nadie me conocía ni me obligaba a
nada.
Tarazona
De todas formas, entendía
a mi familia, la presión mediática es muy fuerte para ser ignorada, ni les
culpaba ni les juzgaba, siempre he sido muy feliz y muy humilde, bastante
hicieron con respetarme, mantenerme ampliamente y tratarme con cariño siendo
que ocupaban el trono del Reino de Tarazona y el Moncayo y yo podía
perjudicarles.
Poco duró la libertad y
todo esto quedó en anécdota ya que enseguida empezó una guerra, una invasión
dictatorial impulsada por malévolas fuerzas cuyo culto al odio y el bien
material cegaban de tal manera que arrasaron por completo no sólo a mi familia
y conciudadanos sino al Reino de Tarazona y el Moncayo y a todos los Reinos que
formaban parte del Reino de España.
Tuve que emigrar porque corría peligro y era a pesar de todo heredero
del trono del Reino de Tarazona y el Moncayo ya que toda mi familia había sido
asesinada, por seguridad emigré en concordancia.
Los usurpadores instauraron
una dictadura maléfica, degollaron a mujeres y niños y sometieron a todos los
hombres a ser esclavos de sol a sol. Empezó una nueva dinastía, estas personas
venían de tierras lejanas que nada tenían que ver con Tarazona, España o
Europa.
Estas fuerzas extranjeras
que ni siquiera hablaban nuestro idioma se creían con derecho a tomarlas y
matarnos, todo lo que representaba el Reino de Tarazona y el Moncayo fue
aniquilado como resultado. No soportaban nada que no fuera de su agrado o conocimiento,
no compartían nuestras tradiciones ni opiniones, estaban obsesionadas por crear
un imperio global, un ente universal y único y no se iban a detener por nada
del mundo porque disponían de mucho capital y querían todo el patrimonio disponible,
detestaban el respeto a las singularidades, la historia o la cultura, los
diferentes pueblos o continentes… pretendían únicamente entablar y eternizar
una raza basada en la adoración a unas pocas personas que controlaban el
capital privado.
Nuestro reino junto a los
otros que formaban parte del Reino de España en la vieja Europa fueron arrasados
y mi familia asesinada a sangre fría. Todas las libertades de la Vieja Europa
estaban siendo arrasadas por obra y gracia de estas fuerzas maléficas de
naturaleza perniciosa y dictatorial obsesionadas con la riqueza material.
A pesar de los pesares era
el heredero al trono, yo no había muerto con lo que en el futuro la justicia
podría ser restablecida. Como era poco conocido debido a mi singularidad física
y vivía de incógnito en el Reino Astur conseguí escapar por mar con ayuda de algunos
amigos y parientes más lejanos. Había que planificar mi regreso y el restablecimiento
de la justicia en el Reino de Tarazona y el Moncayo. Recorrimos distantes
mundos para coger fuerzas, aprender y desarrollar una estrategia que salvara a
la población. Visitamos diversos lugares como Cuba, Venezuela, República
Dominicana, Mozambique o Méjico.
Además, había estudiado brevemente en
Bruselas, la capital del Imperio Europeo y esas enseñanzas y esa teoría adquirida
me ayudaron de forma esencial.
No se crean que todo fue
un placer, Cuba sí, aprendimos mucho de su pueblo valeroso muy acostumbrado a
la revolución. Trabajábamos mucho, todos los días de la semana y a todas horas
pero si les soy sincero de lo que más me acuerdo es de sus típicas bebidas y
magníficas playas de arena, los cubanos ponen los mejores cócteles que uno haya
tomado jamás, por la noche, nos relajábamos bailando y tomando mojitos, fumando
habanos imaginábamos cómo sería el futuro de nuestro Reino de Tarazona y el
Moncayo.
Parecía una utopía pero hoy ya no lo es.En México aprendimos
también lo suyo, su milenaria civilización se había despojado de usurpadores de
diversa índole y fue una bonita experiencia. Eran muy rudos y una bebida como el Tequila te hace ver que
ni de lejos eres tan duro como crees. Ahí desarrollamos la estrategia militar.
Como los entrenamientos y
trabajos eran tan exigentes antes de proseguir nuestro camino sentimos la
necesidad de tomarnos unas vacaciones ya que nos daba pena abandonar semejantes
islas y permanecimos unas semanas en la República Dominicana donde ante mi
sorpresa encandile a los habitantes de esa isla con mis experiencias como
heredero del Reino de Tarazona y el Moncayo.
Partimos subsiguientemente
hacia Venezuela pero no todo fue placentero como pensamos, a pesar de su fama mundial y de nuestras expectativas no tuvimos
una gran experiencia ya que hubo mucho caos y aunque de todo se aprende no
copiamos todas sus ideas ni lo que vimos en Venezuela.
Sin embargo, de lo que más
me acuerdo y mejor resultó fue de un viaje naviero por las aguas salvajes de África,
ya habíamos adquirido los conocimientos precisos, desarrollado nuestra estrategia
y nos disponíamos a devolver la libertad a El Reino de Tarazona y el Moncayo. En la costa occidental de
África por la que íbamos a llegar a España fue donde más feliz me sentí,
teníamos todo preparado para nuestro regreso.
No obstante, en África es donde
pude comprobar lo que realmente vale la pena. Admiramos las salvajes tierras
africanas con animales tan hermosos que son imposibles de describir. Admiraba
esa naturaleza salvaje. Esa estampa de África sin explotar, de la costa de
Mozambique es una imagen imborrable. Me inspiró y supe que la victoria sería
nuestra.
Con los conocimientos
adquiridos impulsamos una revolución que devolvió la singularidad a todos los
pueblos de Europa y restableció la libertad y la singularidad única del reino
de Tarazona y el Moncayo. A través de nuestras ideas hicimos ver a la gente que
habían nacido libres y tenían una singularidad injustamente aplastada, se
produjo una revolución y los usurpadores fueron aniquilados.
Era el rey del Reino de
Tarazona y el Moncayo pero devolví el poder al pueblo instaurando la democracia
para que todos vivan tal y como se vive en la actualidad. Pese a que los
usurpadores disponían de más dinero, mejores armas, olvidaron que la mayor
fuerza reside en la unión y mediante las enseñanzas que pudimos dar a las
personas subyugadas estalló una revolución en toda regla a lo largo y ancho de
Europa que justamente comenzó gracias a mis enseñanzas en la República de
Tarazona y el Moncayo.
Moncayo
La libertad se
restableció, todas las singularidades de los pueblos y reinos fueron respetadas
y se creó una unión basada en el conocimiento, la educación y la cultura.
Por mucho que me adoren y
me encumbren y me llamen Rey y libertador, pese a los retratos y las estatuas
que pueda haber en el Reino de Tarazona y el Moncayo siempre recordaré ese día
en el que iba rumbo a Mozambique tras haber fumado habanos y bebido tequila.
Es
más, lo que más me enorgullece es pasar el tiempo con mis amigos en el bar, ser
el presidente de mi Asociación y trabajar en la piscina ¿por qué trabajo en la
piscina? Puede ser que de alguna manera necesite resucitar esa sensación de la
brisa del mar.
A decir verdad, siempre
que cierro los ojos me veo con un habano cubano, un tequila mejicano en medio
del Atlántico navegando con el sol dándome en la cara y una única cosa en la
cabeza devolver la libertad y
restablecer la normalidad y la democracia en el Reino de Tarazona y el Moncayo.